Tras una tos aferrada y un malestar constante, mi abuela fue detectada con cáncer. Su cuerpo se debilitó, se volvió cada vez más frágil y sensible, su voz se tornó mas tenue hasta escuchar sólo susurros por adivinar, pero cuando acertabas aparecía una sonrisa disfrazada de frustración al no poder comunicarse. Así, documenté los últimos días de mi Güeli -como la llamé de cariño-.